Tejido diseñado en los talleres Omega.

Otra muestra de cómo la moda no se conforma con vestir, sino que se sostiene, muchas veces, en principios teóricos que le atan a las artes. En la Inglaterra de los años 10 del siglo pasado, varios artistas de distintas ramas se unieron con una idea en común: «introducir el espíritu de diversión en muebles y textiles» frente a «lo aburrido» de la estética eduardiana. El artífice fue Roger Fry, un pintor, intelectual y crítico influyente, animado por una visita al taller Martine en París, un estudio de artes decorativas creado por Paul Poiret en 1911. Con este referente, Fry montó los talleres Omega como un laboratorio de ideas donde desarrollar una estética vanguardista.

En los talleres. A la izda., Roger Fry.
Posando con varios modelos.

Allí se juntaron Vanessa Bell, Duncan Grant -que también formaban parte del grupo Bloomsbury- o Winifred Gill con otros artistas. Se lanzaron a la creación de ropa, muebles, alfombras… con un audaz estilo, no sólo en cuanto a forma sino también en color. Podían inspirarse en la abstracción de Kandisky, lo mismo que en el cubismo de Picasso u otros movimientos artísticos contemporáneos de los años 10-20. Pero toda creación se hacía bajo la misma premisa: ninguno podía firmar sus obras -de edición limitada por su esencia artesanal-, el único sello era la última letra del alfabeto griego, omega.

La tienda de los talleres Omega se encontraba en Fitzroy Square. Allí acudían a comprar los intelectuales del Londres del momento como los escritores Virgina Woolf, George Bernard Shaw o W.B. Yeats. Y es que la moda es cosa humana y divina.

2 comentarios en “Talleres Omega: diseños a la sombra del arte”

Responder a Isabel Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.