La Semana de la Alta Costura siempre nos sabe a poco. Los intrincados detalles, el espectáculo, la sensibilidad con la que son tratados los modelos y en defintiiva la poesía que destila cada tejido y cada bordado son todas esas cosas que, en tiempo de crisis, nos hace seguir amando la moda y nos vuelven a hacer creer que se trata de un noble arte alimentado por una fantasía ilimitada.
Para Valentino, la mujer es una princesa del Renacimiento traída al mundo moderno. Encajes, adornos de piel, bordados, sedas suntuosas y jacquards. Como cierre, un vestido de terciopelo color vino con una falda cubierta de toda clase de flora y fauna.
Es tradición que las muestras se cierren con vestidos de novia, sin embargo la interpretación de la moda nupcial de Elie Saab y Jean Paul Gaultier no puede ser más distinta. En Saab, fue pura ostentación y el glamour con un velo dorado cargado de cristales, que requirió a tres damas de honor para asistir adecuadamente a la novia cuando hizo su gran entrada. Gaultier siguió la ruta de buen humor, citando una película de Fellini y los artistas de circo como una fuente de inspiración aplicando un sombrero de payaso en el lugar del tradicional velo y un traje voluminoso, en lugar de un vestido.
En la Maison Martin Margiela, el tema era «elegante kitsch», y así las máscaras desfilaron con una gran variedad de materiales, incluyendo la creación de un tocado que cubría por completo la cabeza con coloridas flores que se fusionaron a la perfección para formar una coraza de clases.
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