En el post de ayer sobre Steve McQueen como icono de la masculinidad elegante, citaba la marca de camisas Wrangler.
Pero esta etiqueta de camisas con nacionalidad de los Estados Unidos, también es el nombre de unos pantalones vaqueros. Y es que la firma empezó a ser conocida por sus pantalones y prendas para cowboys.
La historia de Wrangler es la historia de una empresa que cumple con el sueño americano. Su dueño originario, C.C. Hudson la granja Spring Hill en Tennessee con 20 años para hacer fortuna en la emergente industrial textil. Encontró trabajó en una fábrica cosiendo botones, pero cerró y varios, entre ellos, Hudson, compraron las maquinas de coser, alquilaron un pequeño lugar debajo de una tienda de ultramarinos y así se creó la Hudson Overall Company. Con el tiempo, la empresa cambió de nombre y pasó a llamarse Blue Bell. Parece ser que en la fábrica había una campana que unos trabajadores del ferrocarril le habían regalado a C.C. Hudson y que con el tiempo había quedado cubierta con el tinte azul del denim. Posteriormente, al adquirir otra compañía y asimilarla, se bautizó como Wrangler, sinónimo de cowboy. Es a principios de los 70 cuando Wrangler jeans se convierte en una prenda icono de la cultura juvenil mundial.
Sus vaqueros o camisas tienen como sello distintivo -en la mayoría- un pespunte en W. Hoy, ante tanta tendencia al estilo folky o el gusto por la camisa de cuadros de leñador, Wrangler es la opción por tradición y calidad. Bienvenido el cowboy urbano.