Hoy, quien más quien menos, ha visto alguna imagen del enlace de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton -ahora ya convertida en Catalina, como recomiendan llamar en español a la futura reina-. Ha sido la noticia del día, dicen que es la boda del siglo. Entre todo tipo de curiosidad que despierta una boda real con todo el despliegue que conlleva, la mayor curiosidad suele ser el vestido de la novia. No en vano todos los ojos se van a posar en ella, uno de los dos protagonistas.

Kate llegando a Westminster. via Vogue.es.

Sobre las 11 de esta mañana se revelaba el gran secreto: finalmente el vestido de novia de Kate Middleton ha sido concebido por la diseñadora Sarah Burton, actual directora creativa de la casa McQueen. Los rumores se hacían realidad. Quizá con esta elección se hacía un guiño en recuerdo del genial diseñador británico fallecido el pasado año. Además, en un comunicado de la Casa Real británica, se explicaba que la novia había elegido esta firma por «la belleza de su artesanía y su respeto por la mano de obra tradicional».

Grace Kelly en el día de su boda con Rainiero de Mónaco.

El traje de corte clásico recordaba al que llevara en su boda Grace Kelly. El vestido diseñado por Sarah Burton de satén marfil y blanco, cuerpo entallado y palabra de honor, iba rematado por una manga de encaje de Chantilly y Cluny. La falda sobresalía por un volumen sutil con unos pliegues estilo origami en la parte posterior donde nacía la cola de casi tres metros. Catalina escogió un sencillo velo -para mi gusto, poco lucido- con una tiara firmada por Cartier del año 1936 y cedida por la Reina Isabel II. Una novia elegante que ha sabido conjugar lo clásico con lo moderno, demostrando la sutileza de una persona expuesta a la mirada de toda una sociedad, la británica.

Recién casados. via Dailymail.

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