Jeanloup Sieff es de esos fotógrafos que, cuando te topas con una imagen suya, crea adicción. Lo suyo es el blanco y negro con originales y personales perspectivas, muchas veces, de un marcado distanciamiento del objeto o la persona retratada. También son típicas de Sieff las atmósferas oníricas, hasta cierto punto inquietantes.

Su historia se escribe así: nació en París en 1933. Descubrió pronto su curiosidad artística, por lo que con el tiempo estudió literatura, periodismo y fotografía en la Escuela Vaugirard de París, en 1953. Un año más tarde viajó a Suiza para ampliar sus estudios de fotografía. Se lanzó, primero, como fotógrafo independiente y a finales de los 50 empezó a realizar reportajes de moda para el Elle. Todos sus pasos han sido firmes e inteligentes: tuvo un breve período como reportero de la agencia Magnum en Grecia, Turquía y Polonia. A partir de 1961, trabajó como fotógrafo de moda para las mejores revistas tanto europeas como de los Estados Unidos: Harper’s Bazaar, Glamour, Esquire o Vogue.

Otro de sus fuertes fue el desnudo. Entre sus técnicas, destaca el uso del gran angular que produce una sensación extraña al ver sus desnudos, como si el cuerpo retratado estuviera perdido en una especia de sueño. Y sobresalen sus fotografías de paisaje, aunque abundantes e imnóticas, son menos conocidas.

Jeanloup Sieff se marchó a las puertas del nuevo siglo, en el año 200. Queda su recuerdo como el de un fotógrafo que dominó las imágenes entendiendo el lenguaje distinto del cuerpo, la moda y el paisaje. Retrató a la mujer con perspectivas inusuales y difíciles pero subrayando siempre su belleza.

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