En el post de ayer hablaba de la estética del tenis en el momento de explosión, cuando el juego se fue generalizando, tanto entre hombres como entre mujeres, y la afición fue creciendo de forma exponencial. Eran los años 20, imperaban el blanco y la elegancia, no en vano aún no se había desarollado la moda casual -que nacería en la década de los 50 en los Estados Unidos-.
Pero hoy, viajemos unas décadas adelante (o atrás, según se mire) y nos plantamos en los años 70, la década de los triunfos de Björn Borg, uno de los mejores jugadores de tenis de la historia. Este brillante tenista sueco, que ganó once Gran Slams, hizo grande a Fila o a la inversa. En 1975, la marca hizo un contrato con él para convertirlo en chico emblema y diseñaron todo un nuevo atuendo necesario para la pista, así nació el legendario polo rayado que recuerda a la clásica camiseta de béisbol. Su distinguido uniforme y, todo su aspecto en general, sirvieron para inspirar uno de los personajes protagonistas de la comedia excéntrica y surrealista de The Royal Tenenbaums de Wes Anderson. Se trata de Richie Tenenbaum, el rol interpretado por Luke Wilson, uno de los ya crecidos niños prodigios que forman parte de la extraña familia que se vuelve a reunir cuando uno de sus miembros anuncia que tiene una grave enfermedad.
La moda de cualquier ámbito puede ser inspiración para la moda de la calle o para el vestuario de un film. Todo se nutre de todo.