Anoche muchos españoles estaban pegados a la pantalla del televisor, aunque fuera tan sólo un rato, para ver la gala de los premios Goya en su 25 aniversario. Como en todo sarao de este tipo, los minutos previos a la entrega de los galardones, el momento en que las actrices -y también actores- en que llegando y pasando por la alfombra roja es el que más atención concentra.
Ayer el marco era incomparable: la fiesta del cine español se celebró en el Teatro Real frente al Palacio de Oriente. Allí llegaron ellas y ellos con su mejores galas -la mayoría porque siempre hay excepciones-. En mi opinión, una de las más elegantes fue Elena Anaya nominada a mejor actriz por Habitación en Roma (Julio Medem): acertó tanto en el vestido de Eliee Saab como en la diadema que lució en el pelo y el peinado. Después, Silvia Abascal eligió un bicolor blanco-negro vestido con cola de Lorenzo Caprile. El nude, un tono muy en boga hace un par de temporadas, aún sigue siendo el predilecto para estos eventos como se vió en la elección de María Valverde que llevaba un vestido corto con varias colas y escotada espalda, y la de Natasha Yarovenko (nominada por Habitación en Roma) con un traje de Roberto Cavalli.
Entre las más bellas estaban también Pilar López de Ayala -nominada por su papel en Lope- que optó por un petite robe noire con plumas de Chanel, Maribel Verdú que así mismo fue de negro con un vestido de Dsquared con una sola manga. También de negro fue Carolina Bang -nominada como actriz por Balada Triste de Trompeta- con un traje palabra de honor firmado por Hanibal Laguna.
El color surgió con fuerza en el azul del vestido de inspiración helena firmado por Beba’s Closet que lucía Adriana Ugarte o en el rojo intenso que vestía Marisa Paredes, una creación de Carmen Halffter. Otra buena elección, por contraste, fue el vestido de Lola Dueñas, largo y asimétrico en blanco firmado por Miguel Palacio.
Por supuesto, los actores también se pusieron de «punta en blanco» (aunque más bien, sería negro). Por encima de todos, destacaría a Luis Tosar con un Gucci que le sentaba como un guante. Aunque fue una noche de glamour y puesta de largo, estamos tan acostumbrados al brillo y la pompa hollywodiense, que lo que se vió ayer supo a poco.
