La tercera colección de Alta Costura de Dolce & Gabbana fue presentada bajo los ornamentos de un par de palacios venecianos del siglo XV adyacentes con vistas al Gran Canal y ante una selecta audiencia.
La colección, ultra femenina y clásica aunque totalmente contemporánea en su construcción y en la sensualidad de sus formas, es una auténtica oda a las curvas de la mujer. Con esta muestra, lo diseñadores italianos alcanzan su grado máximo de perfección siguiendo los códigos de los años 50: faldas lápiz o con amplio vuelo y cinturas marcadas.
El encaje se ha cortado en forma de diamante para posteriormente ser tejido en sí mismo y crear vestidos con faldas arlequín. La seda ha sido pintada a mano o serigrafiado con estampados Canaletto y descansa delicadamente sobre capas y capas de tul y el terciopelo se adorna con perlas cosidas a mano o bordados de hilo de oro para dar forma a las capas (la opción predilecta de la Alta Costura a la hora de interpretar los abrigos). La joyería no termina ahí; diamantes y zafiros adornan las piezas que rematan los looks dejando claro que el arte de esta serie de outfits únicos (sólo se ha creado una unidad de cada look), no queda sólo en el tejido.
Esta colección cumple fielmente los objetivos de la couture: seducir y hacer una declaración de lo que puede llegar a hacer un modisto, y lo que provocó el talento de Dolce & Gabbana fue que 10 minutos después del desfile la mitad de la muestra ya hubiera sido vendida.
¿Aún sigue pensando alguien que la Alta Costura es dominio único de París?
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