Fotos via www.style.com

Si algo se puede decir de la colección de Valentino es que no desentona, no en cuanto a otras colecciones de la misma casa y tampoco en la semana de la alta costura de París donde queda más o menos diluida entre otras propuestas con más cuerpo y garra- léase Riccardo Tici para Givenchy-. Pero es una colección verdaderamente exquisita.

Una reflexión del dúo hecha a Tim Blanks -como él relata en su crónica de Style.com- poco antes del desfile se refería a una perspectiva metafísica de la moda: «si no reflexionas sobre la moda, sólo haces ropa», declaró Piccioli, «la moda necesita cultura o se convierte en algo vacío». Con la idea de envolver sus diseños con algo más, posaron la mirada en el siglo XVIII francés, la famosa Era de la Ilustración, con el transfondo de los ideales del Estado Natural de Rousseau. Aunque lo que en realidad trasluce es una joven María Antonieta embelesada en juegos en los jardines del Petit Trianon.

Los tejidos, riquísimos: organza, encaje, tafetán y filigranas. Un ejercicio de artesanía como la de siempre, que las crónicas destacan porque, de cerca, no se veía ni una puntada. Mangas vaporosas, blondas y volantes, diminutas flores que lo cubrían todo. Resulta una colección bucólica, delicada, etérea.

 

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