La colección inaugural de Nicolas Ghesquière para Louis Vuitton ha generado la misma expectativa feliz e impaciente con la que un niño aguarda la mañana de Reyes.
«Hoy es un nuevo día. Un gran día», ha afirmado Ghesquière. «Está a punto de presentarse mi primer desfile de moda para Louis Vuitton. Las palabras no pueden expresar exactamente cómo me siento en este momento…»
Suponemos que la felicidad que da la satisfacción del deber cumplido, y muy bien cumplido. Sobre la pasarela hemos podido ver una colección vacía del legado del Marc Jacobs pero sin el bagaje de quince años pasados en Balenciaga. Una colección nueva y con su propia personalidad, cuyo propósito es mantener Vuitton en ese gran lugar que le otorgara el trabajo de Jacobs.
Y ha sido precisamente su trabajo anárquico, y la imposibilidad de registrar los archivos lo que ha dado a Ghesquière la libertad de hacer algo único.
La colección es fuerte, moderna y brillante. Centrada en una silueta invertida, en ocasiones vacila hacia líneas de corte imperio y estilos con un guiño a los años setenta con una paleta de colores basada en el marrón, mostaza, tonos negros y azules.
Los tejidos flotan y se combinan con piezas de punto o se dividen en segmentos. Acolchados, tejidos glossy, cinturones trenzados, proporciones reducidas y pantalones ajustados con un punto futurista remataban el estilo de la nueva mujer Vuitton.
«Gracias a todos los que me han ayudado a contar esta nueva historia «, dijo el diseñador. Bienvenido Nicolas.
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