Ayer 25 de febrero Raf Simons se despedía de la casa para la que ha diseñado durante los últimos siete años, Jil Sanders. Los rumores de su marcha se habían ido sucediendo días antes, al igual que el comentado retorno de la diseñadora alemana que da nombre a la casa. Éste ha sido el último desfile de Simons para Jil Sanders y se dice que el mejor.
En esta colección, Raf Simons quería celebrar un día en la vida de una pareja, el placer de ser dos en uno. El desfile comenzó con una serie de abrigos cuyo interior de distinto color se doblaba por encima del exterior. Sin botonaduras, las modelos se sujetaban las solapas en un esfuerzo por tapar lo que llevaban debajo, como si en lugar de vestidos se tratara de las combinaciones que lucían las modelos que salían después. También había vestidos bustier que, lo mismo que los vestidos o conjuntos beige-blanco, anunciaban una desnudez vislumbrada.
En la paleta, los colores suaves, como rosa palo, azul o gris pálido, daban el relevo al negro en toda su integridad, al rojo más puro y al plata metalizado. El volumen y la confección más construida conviven con las líneas más lánguidas en vestidos de raso de seda como camisones.
Una colección estética y lucida de principio a fin.
