
¿La feria de las vanidades? No… Para definirlo sería mejor, el circo animado de los premios Grammy.
La noche del domingo 13 hubo tantas galas a la vez -los Goya, los premios Bafta y los Grammy- que daría, y ha dado, para muchos carretes de alfombra roja. La llegada de las actrices y cantantes, respectivamente, produce expectación y seguimiento, si bien, una de estas galas destaca por encima de las demás por su inusitada excentricidad -que llega al mal gusto-: los Grammy.
El momento -acontecimiento- más asombroso de la noche fue la aparición en escena de Lady Gaga en el interior de un cocoon tipo huevo alienígena portado por un séquito de hombres y una fémina vestidos de látex. No se puede llegar más alto (dentro del absurdo). Pero ya se sabe que en el juego esperpéntico de los Grammy quien más sorprende, gana. Y cómo no, Lady Gaga que se pasa el día jugando, entre sus vídeo-clips, conciertos y demás certámenes musicales, está más entrenada que nadie.

Después de esto, el resto de las cantantes iban incluso sosas. Aún así hubo quien también echó a volar la imaginación, como Katy Perry que quiso convertirse en ángel con un vestido de falda nacarada con cola, top de pedrería, ¡y alas! Pero, a pesar de la fama excéntrica de la alfombra roja de estos galardones, la elegancia brilló por su presencia: Florence Welch de Florence and The Machine acertó al elegir un vestido blanco de Givenchy Alta Costura, Heidi Klum con uno elegante de lentejuela doradas con pequeña cola y amplio escote en la espalda, o Rihanna con un vestido blanco del último desfile de Alta Costura de Jean Paul Gaultier.



Los vestido de Rihanna o Florence de la haute couture parisina demuestran que la originalidad y la vanguardia no están reñidas con el buen gusto.
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