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El tercer italiano en discordia en París (alta costura): Giorgio Armani. Entre Riccardo Tisci y Giambattista Valli, un veterano tras seis años presentándose a esta cita cumbre de la moda con mayúsculas.

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Giorgio para su colección Armani Privé ha viajado de vuelta a Japón. Los motivos son de peso: rendir tributo al país por el terrible terremoto que lo asoló el pasado febrero. Un homenaje que viene de antiguo ya que la inspiración oriental es recurrente en el maestro italiano, como por ejemplo, en una colección que se basó en la figura del samurai.

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La evidencia del discurso nipón estuvo presente en los prints sobre los fastuosos satenes de iconos de esa cultura, como los parasoles o los cerezos florecientes; en los cinturones al estilo tradicional obi y los pliegues de origami. Sobresalieron los corpiños que parecían corsés, por la rigidez de su estructura, que se mantenían como una armadura sin marcar las formas.

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Fiel al gusto de orígenes minimalistas del diseñador italiano, la colección quedó dominada por el negro en conjunción con telas estampadas de fondo blanco y tonos rosas o naranjas. Al final del desfile, el naranja fue coprotagonista en unos vestidos de noche colmados de cuentas alargadas que formaban escamas.

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Para rematar esta estructurada colección de Armani, los tocados de Philip Treacy: rígidas formas estilo origami que mantenían el tono de la colección.

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